“El día en que el poder del amor venza al amor por el poder, el mundo conocerá la paz”: el músico estadounidense Jimi Hendrix entendió bastante bien el papel del amor en la edificación de un mundo sin violencia.
En un momento en que la seguridad y la confianza en los otros parece haberse perdido, resulta difícil encontrar una solución al gran problema que azota a naciones especialmente azotadas por la injusticia: ¿cómo recobrar la paz? ¿Qué herramientas permitirán la construcción de una sociedad pacífica?
No es para menos el derrumbe de la confianza, que ha sido alimentado en los últimos años por un sinfín de acontecimientos devastadores y desconcertantes, que en gran cantidad de ocasiones ponen en duda el sentido de “fraternidad” e incluso la unidad de la raza humana; tan sólo el siglo pasado ha sido uno de los más sanguinarios de toda la historia, en el que murieron más de 80 millones de personas de forma violenta; más de la mitad durante la segunda guerra mundial.
Podemos encontrar como su origen al egoísmo, que nace de la igualdad en las fuerzas humanas, y la ambición de gloria que se quiere obtener por cualquier medio: ambas producen todas las degeneraciones que han aquejado a la humanidad desde que se tiene registro, aunque el panorama aparenta ser cada vez más sombrío.
No podemos negar la influencia negativa que recibimos de los denigrantes hechos que a diario escuchamos en los noticieros, y todos en los últimos años hemos resentido los efectos de un conflicto mundial que a su vez ha desestabilizado nuestra cotidianeidad, llenando de temor a gran parte de nuestros pueblos y dejado heridas profundas en nuestras culturas propias e identidades nacionales, así como descontento casi generalizado por el aumento en la frecuencia de los conflictos armados en los meses recientes.
Es evidente que vivimos tiempos difíciles que han dejado una huella en nuestra cultura, pero también es claro que podemos adoptar diversas posturas frente a estos acontecimientos. Muchos de estos conflictos rebasan nuestra individualidad: los problemas globales parecieran exceder nuestra capacidad de transmisión personal de paz, y sin embargo, es probable que nuestros líderes sepan la solución a los conflictos, pero tal vez no nos la quieren mostrar, porque significaría abandonar su juego de poder. Es responsabilidad de nosotros, los ciudadanos, exigirles que pongan en marcha esa solución, que debe ser pacífica. Sabemos la cantidad de pérdidas humanas que han pasado por nuestros ojos en los últimos años, y es escalofriante pensar qué más somos capaces de hacer con todos los avances tecnológicos con que contamos hoy en día; no podemos esperar más.
Indudablemente nos afectan estas dificultades, pues los problemas de unos son los problemas de todos, y sin embargo hay muchas cosas que podemos mejorar, somos responsables de aportar algo a la solución. El esfuerzo debe ser conjunto: de nada sirve que los Estados pongan en marcha la solución que traiga la seguridad a las sociedades, si los individuos no propagan la paz entre sí.
Tenemos la responsabilidad de buscar, dentro de nosotros mismos, la salida a estos conflictos, una respuesta pacífica basada en el amor. La paz comienza en el interior y se expande; crece, germina y florece; se va comunicando no verbalmente, se transmite de persona a persona, se experimenta en comunidad y no en masa. La paz se vive y se comparte. Esto nos dará la capacidad de unir esfuerzos para tener metas comunes y lograrlas, de luchar con mayor entereza por nuestros propios ideales, de mejorar nuestra calidad de vida, de prevenir las dificultades futuras, y alcanzar el lugar próspero al que, desde hace mucho tiempo, queremos llegar. Porque incluso en lo peor podemos encontrar algo bueno.
Una dificultad siempre nos muestra el camino que hay que seguir al hacernos ver qué no debemos hacer o qué tenemos que mejorar, el problema es que muchas personas no logramos descubrir eso en los tiempos difíciles; por ello, resulta necesario mantener la atención en cada cosa que hacemos y aprender de los errores. Es imperante comenzar a dar pasos para combatir las injusticias y la corrupción, para comenzar a construir un futuro más luminoso para todos, para fomentar y vivir la paz no en masa, sino en comunidad.
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